El bidón no me inspiraba demasiada confianza porque se aprecia que el plastico es malucho. De todos modos, tras probarlo durante un par de meses estaba bastante satisfecho con la compra.
Es cómodo, la cinta se mantiene sujeta, puedes cambiarlo de mano durante la carrera y el bolsillito es muy práctico, sobre todo con temperaturas altas cuando llevas menos ropa (menos ropa = menos bolsillos).
Yo era feliz con mi bidón hasta que este domingo en la tirada larga, mientras trasteaba con el reloj, la botella cayó al suelo y se reventó por la base.
Intenté salvar los muebles porque me quedaban 27 km por delante y sabía que sin agua (y sin geles! porque aunque llevaba provisiones, necesitas agua para digerirlos) se me iba a hacer difícil el entreno.
El poco agua que salvé me duró hasta el kilómetro 11 o 12, llevando el bidón del revés e intentando no mover mucho el brazo. Todo fue suave hasta el kilómetro 21 o 22, cuando empecé a ver espejismos en forma de fuentes.
Iba corriendo, veía la nieve en el borde del camino y pensaba seriamente en meterme un puñado en la boca: a la mierda la contaminación y el pis de los perros!
Al final acabé el entrenamiento, bastante tocado pero con la lección aprendida: no water, no life.
Cejas.
Anónimo
19 de febrero de 2013, 23:15más matao...
Daniel Gomez
19 de febrero de 2013, 23:42