Llegó el día. Suena el despertador a las 8. Me ducho, preparo el café y un bol de cereales con un yogur desnatado. Bebo un par de vasos de agua y voy al baño. Ya meo transparente. Perfecto.
La ropa está sobre la silla, colocada de la noche anterior. En la mochila una toalla, una camiseta de repuesto y una barrita para recuperarme.
Faltan 20 minutos para salir de casa y yo ya estoy listo. Me siento en el borde de la cama y pongo a sonar los Planetas.
50:45, a photo by me on Instagram.
Tomo el autobús en dirección a la estación de tren. Me subo al vagón donde ya se pueden ver algunos corredores. Es fácil identificarlos por las zapatillas y la mochila, a algunos les acompaña la novia.
En Legionowo sigo al resto de participantes, ellos deben saber dónde está la oficina para recoger el dorsal.
216, mi primer dorsal.
Falta una hora y media, pero ya se puede ver a la gente calentando. Los hay de todas las edades. Hay algunos profesionales pero también muchos amateurs. No me importa, yo voy a hacer mi carrera.
Suena el disparo y el pulsómetro se acelera solo.
Al acabar, una medalla por participar que sabe a plata olímpica: todavía hay mucho margen de mejora.
El resto son sólo números.
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