Aterricé en Västeras pensando en los huecos que había dejado atrás. En el armario. En la gente. El avión tocó suelo y yo aún no era consciente de dónde me encontraba. Sonó la trompeta de Ryanair. Fuera llovía como sólo en estos sitios sabe llover, de forma continua y sosegada, retando a que te quedes bajo el agua: si no moja…
Con la guitarra empapada y mi vida en 33 kg tomé un taxi rumbo a la estación de tren.
- A Centralstation. – El taxista me preguntó algo sobre si tomaba el bus o el tren con un inglés de pakistan que no descifré.
- De tren, de tren.
Pagué y me quedé mirando el cambio, sospechando que me acababan de timar.
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