Vértigo

Me siento delante del portátil. Después de haber leído un par de hartículos del señor Mejide, me dispongo a emularle, a buscar el toque amargo que desprende su dialéctica entre las uñas y el desgastado plástico del teclado. Intento hablar sobre cotidianidad, sobre desamor. Nada. De fondo, para la ocasión, he puesto a sonar Sky blue sky de Wilco. Sigo sin tener nada que decir, pero ahora parezco un escritor de los de verdad, sí, de esos que ordenador en mano se acercan al Starbucks más céntrico para masturbarse en público mientras creen escribir el guión de su vida.

Y me acuerdo de ti. Enciendo un piti. Me debo estar amariconando, últimamente fumo light con la estúpida auto convicción de ser menos dañino. Un amigo me dijo que se empezaba fumando Nobel para acabar fumando negro.

Te busco en cada bar, en el fondo de cada copa. Intento reconocerte en cada furcia que se mueve en el podio de las discotecas. Y no te veo. Me invento qué estarás haciendo ahora, si tú también piensas en mí cuando miras por la ventana del avión.

He mirado el calendario y he buscado el día que volverás. El miedo a no volver a tener noticias tuyas es directamente proporcional a las ganas de volverte a mirar a los ojos, de llevarte a los bares que prometí llevarte, de secuestrarte en mi cama y no pedir rescate.

0 comentarios :: Vértigo

Publicar un comentario