No fue bueno pero fue lo mejor

Recuerdo haber visto una película en la que cada día era Navidad. Recuerdo que al protagonista, durante la primera semana, le hacía gracia el tema, pero a medida que iba pasando el tiempo, el rollo de los regalos y el gordo vestido de rojo acababa siendo una verdadera jodienda.

¿A qué viene esto? Pues viene a que el sábado pasado me reencontré con un antiguo amor de juventud, uno de esos que te deja anclado en el tiempo, como las hombreras y los tazos, uno de esos que te dibujan una sonrisa idiota cuando recuerdas el instituto.

Aunque vivimos en la misma ciudad a apenas cuatro calles, nos encontramos una vez al año - y no todos - y el resultado siempre es el mismo: Vuelvo a casa con mono de mandarle un mensaje, de llamarla y quedar, de saber qué es de su vida.

Esta vez, fruto de la exaltación del amor y la amistad que provoca la ingesta de alcohol, decidí llamarla repetidas veces a eso de las seis de la mañana, obviamente sin respuesta. Por lo general, nunca he recibido señales de vida después de mis mensajes del pasado en los que el eslogan era siempre el mismo: me alegré un montón de verte, si te apetece quedamos y nos contamos como nos va la vida.

Pero esta vez ha sido diferente, al día siguiente recibí una llamada perdida - sí, lo sé, menuda mierda de señal, pero ¿qué queréis? menos da una piedra... - directa a mis andrógenos. ¿Por fin esta vez iba a ser la buena?

Mientras me disponía a mandar el mensaje reglamentario con la invitación para quedar, he tenido otra señal, esta vez en forma de cruce de cables mental, posiblemente fruto de que irremediablemente me hago mayor. He borrado lo que tenía escrito en el móvil y me he ido a dar una vuelta. Esta vez no.

Seguramente cuando de aquí a un año vuelva a encontrarla, volveré a pensar en lo que pudo haber sido, que hubiera pasado si no hubiese hecho el capullo de crío... supongo que esa es la (des)gracia de madurar: darte cuenta de cuándo hay que pasar página, de guardar los discos de los Backstreet Boys y las Spice Girls en el trastero, junto a las fotos de viaje de fin de curso, junto a las promesas que nos hicimos. Todo al fondo del mar.




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